jueves, 13 de noviembre de 2008

INT. NOCHE. CASA CON GATOS

El otro día, después de la última entrada (quizás fuera antes), empecé a escribir sobre uno de mis temas favoritos, y me volví loco. Ahora, mi primera intención ha sido continuar ese texto... y se ha vuelto a quedar a medias. Espero que esto no se convierta en un hábito porque, de ser así, vas a ser testigo un día de estos del post más largo de la historia de los blogs...

Cuando profundizas en un tema pero no quieres descentrarte demasiado, como saben muy bien los escritores prolíficos, resulta difícilmente evitable escribir en paralelo. Si acabo de estar dándole vueltas a lo importante que es el punto de vista (¡la actitud!) en nuestras vidas, cargando las tintas en las implicaciones constructivas de esa idea, me apetece hablar del lado oscuro (que, como bien dijera Darth Vader/Constantino Romero, no se debe subestimar). Como no quiero hacerlo en la mencionada intermitencia quilométrica, lo hago ahora:

Las cosas menos importantes del mundo nos pueden, perdón de antemano, joder la vida con ganas. En esa categoría, al menos en mi caso, se encuentra el trabajo, y la gentuza que por desgracia acude a la indeseable cita diaria. Además, se produce la lamentable ilusión de que, al ocupar la desproporcionada porción de tiempo que ocupa, es realmente importante. ¡Error! Es importante tener dónde dormir, qué comer y cómo pagar lo que queremos pagar. Y, aunque te aseguro que cada día me estrujo los sesos para encontrar la salida, por ahora es necesario trabajar en mierdas para conseguirlo. Pero eso no hace importante lo que ocurre en esas doce horas de nuestra vida que vendemos al diablo todos los días...

¿Por qué digo estas cosas? Porque a veces tengo que recordarme que lo importante empieza cuando salgo de esa oficina siniestra, que no debo sacar de ahí ciertas cosas y que, sobre todo, es inadmisible permitir que lo que ocurra en ese mundo tenga nada que ver con mí mundo, con el mundo que me importa...

Sí. Estoy quemado. Y lo que más me molesta es que ese sentimiento no se limita a esas 12 horas malditas, que ya se cobran un precio demasiado alto.

Por eso vuelvo a mi idea de que "lo más importante es la actitud". Cuando estoy lúcido, lo que me temo que últimamente ocurre poco, nada de todo esto afecta a mi felicidad; por desgracia (será que, como dice el Gran Carlos, soy ciclotímico/bipolar), otras veces lo siento como una bola y una cadena de las que arrastraban antaño los presos...

Menos mal que los hombres intermitentes lo somos para mal y para bien...

PD: Los gatos están de acuerdo.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Fade in

Marzo... es lo que tienen las intermitencias. No voy a hacer más comentario al respecto.


Me encanta cómo se está silueteando el presente curso. Espero que, cuando haya un poco más de luz, no me defraude lo que aparezca. Por ahora no me quejo.

¿Que qué he estado haciendo en estos últimos tiempos? Pues seré selectivo, para no aburrirte: este curso me encuentro metido en un fantástico curso de doblaje e interpretación que me está dando muchas más cosas de las que le estoy dando yo a él (ese podría ser, por otra parte, el resumen de toda mi vida); andamos con un nuevo proyecto musical post-Mr.Zinc en el espíritu de los primeros tiempos (versiones y pasárselo bien; y, de nuevo, poder cantar sin más preocupaciones; rocanrol, vamos); viajes, coche nuevo, matrimonio nuevo; estoy descubriendo mi lado metrosexual en un gimnasio al que no voy todo lo que debiera; planeo sacarme el carnet de conducir más pronto que tarde; me he involucrado todo lo posible en el grupo de teatro del Gran Carlos, con una comedia en la que me tocará emular a Cary Grant; y un etcétera tan largo que te lo ahorro...

¿Que cómo ando? Pues en mi salsa, aunque aún enfrentándome a mis bestias negras (madrugar, ser constante, domesticar mis vicios, mantener los pies en la tierra y la cabeza en las nubes, combatir mi patológica timidez, mi inseguridad, mi miedo a todo y, sobre todo, la inercia implacable de la inactividad -¡tan cómoda!). El exceso de actividad es un bálsamo para mí. Si me paro muero, y ya no sé cuántas vidas me quedan, la verdad. Así que no planeo hacerlo en breve, que demasiada energía me quita el día a día como para permitirme dormirme en los laureles respecto a lo verdaderamente importante...

Y con esta reflexión ombliguista, que diría Juan, me quedo hasta la próxima intermitencia.